La moda como resistencia: cuando vestirse es un acto político
Aunque muchas veces se presenta como algo superficial, decorativo o incluso frívolo, la moda ha sido —y sigue siendo— una forma poderosa de comunicación y resistencia. A través de la ropa, las personas han desafiado normas, cuestionado estructuras, reclamado identidad y exigido libertad. Vestirse nunca ha sido solo una cuestión de estética: es una declaración.
A lo largo de la historia, los movimientos sociales han encontrado en la indumentaria un lenguaje paralelo. En los años 60, las minifaldas no eran solo una tendencia: eran símbolo de liberación femenina. En los 80, el cuero, las tachuelas y los looks andróginos no eran solo una estética punk o queer, sino un grito contra la represión y el sistema. Y en los 2000, los pantalones caídos y la ropa oversize del hip-hop encarnaban la lucha contra el racismo institucional y el control del cuerpo negro.
Hoy, en plena era digital, la moda sigue funcionando como un espejo y como una trinchera. Lo vemos en la elección de prendas neutras o genderless por parte de quienes cuestionan el binarismo de género. Lo vemos en el uso del hiyab en países donde está prohibido. Lo vemos en los cuerpos gordos que se muestran con crop tops y minifaldas como una forma de reclamar espacio. Lo vemos en la forma en que activistas climáticos resignifican la ropa usada como un símbolo de consumo consciente. Lo vemos también en quien decide no seguir ninguna tendencia, porque esa también es una forma de resistencia.
Lo que llevamos puesto tiene el poder de decirle al mundo quiénes somos, pero también de contar lo que estamos dispuestos a cambiar. En un contexto marcado por crisis sociales, climáticas, económicas y políticas, cada vez más personas utilizan su forma de vestir no solo para gustar o encajar, sino para posicionarse. La moda se convierte así en lenguaje, en protesta, en escudo y en manifiesto.
Claro que no todo acto de vestirse es político. Pero en un mundo donde los cuerpos siguen siendo regulados, discriminados o invisibilizados, elegir qué ponerte también puede ser un acto de rebeldía. Porque resistir no siempre lleva pancartas: a veces, solo necesita una camiseta, una falda o unas botas que digan lo que tú aún no has dicho en voz alta.
